El niño ve a las hormigas correr sobre las baldosas del suelo. Corren de aquí para allá y de allá para acá.
Repentinamente, al niño le asalta una duda: las hormigas, sabrán nadar?
Así que el niño va hacia la nevera, coje una botella de agua y regresa con las hormigas.
Acto seguido, encierra a un grupo de hormigas en un círculo de agua y piensa (si quieren ir para cualquier lado, van a tener que atravesar el círculo nadando)
Pero las hormigas corren alrededor del círculo sin siquiera mojarse. Durante horas y horas dan vueltas y vueltas alrededor del agua mientras el niño la renueva donde se va evaporando, y sigue allí, sentado en el suelo, viendo a las hormigas.
Un niño sin oficio, dirían sus padres. Al fin el niño se cansa y llena todo el círculo con agua, inundado a las hormigas, y entonces... Sorpresa!
Las hormigas están nadando!
Así, el niño aprendió que las hormigas si sabían nadar, lo que no sabían era que no podían escapar del círculo sin atravesarlo a nado.
Cuánta gente habrá que da vueltas y vueltas, sin salir jamás de su zona de confort y sin darse cuenta que están atrapados en un círculo que los aprisiona?
Y cuántos se darán cuenta lo fácil que es salir de su carcel imaginaria?
Y con lo hermoso que puede llegar a ser lo desconocido, a cuántas personas bendecirá el fruto de lo desconocido?
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