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sábado, 12 de enero de 2008

Cascadas.

Cascadas irisadas, detenidas en el tiempo, desnudan ilusiones, esperanzas y momentos eternizados, en medio de un apocalipsis tan distante como ajeno.
Cascadas variopintas de gotas cristalinas, vaporosas y dinámicas, que alegran con sonrisas verdiazules el llanto de los solitarios.

Y lagunas en que caen las cascadas como llanto de quimeras, como llanto de destinos mutilados por razones imposibles; esos pozos de silencios refrescantes que devuelven la esperanza de un posible reencuentro con un alma exiliada de la mente.

Y hermoseando todo el cuadro, un arco iris simboliza la alegría, en la mágica poesía del paisaje temerario e irreverente.
Y verduras adornando; cual brocado esmeraldino, la paciencia necesaria e ineludible en un mundo de cementos y de asfaltadas tardes grises; de ciudades tan lejanas, tan internas, cinceladas al secreto de cerebros taciturnos, de ilusiones inertes...

Pero acá todo es brillor, todo es claror y color de vida sana.
Pero acá puedo olvidar; por un momento, el frenesí inquietante, exasperante y estresante de las selvas de bloque y de hormigón.

Acá, aun puedo soñar, imaginar que el mundo es el Edén, ese vergel casi extinguido, casi olvidado, casi dormido...en nuestros corazones.

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