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sábado, 12 de enero de 2008

Despiadado amor

No encuentro salida a este irremediable laberinto virtual.
No hallo razón alguna para coexistir en un planeta de formalidades intrascendentes.

Penumbra en medio de las sombras, obscuridad en medio de tinieblas, maldades desdibujadas, casi virtuosas; he allí la descripción del empirismo romántico, de lo que llaman amor.

Amor, enfermedad de la que alguna vez me creí totalmente inmunizado, enfermedad incurable, inexorable, indestructible, indefinida e indetenible.
Inevitable.

Enfermedad acuciante que desgarra las pasiones como drizas de pellejo.
Enfermedad arrolladora que ondea cual pabellón de guerra, anunciando paz mientras dispara sus metrallas.
Enfermedad abominable, pero imantada, magnética, atractiva y atrayente.

¿Qué es el amor sino la necesidad de pertenencia?

El equilibrio se ha roto, la iniquidad gobierna, y yo me rindo echándome a morir
en las fauces de la fiera que atenaza, nos mastica, nos engulle y luego nos vomita; maltrechos, malheridos pero vivos, aún vivos.

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